miércoles, 30 de enero de 2008

Elitismo para todos

Mi cuate Pape ha publicado un par de cosas en Loftstiler que me pusieron a pensar sobre el elitismo que nos rodea para, invisible, permear toda la actividad social y cultural de nuestros grupos. ¿Qué tan malo o bueno es?

Empecemos por el principio: el elitismo es la creencia - y la actitud de ahí derivada - de que las opiniones de los miembros de un grupo selecto de personas con alguna característica distintiva son las más válidas. Es de esta idea que se desprende el concepto de discriminación; si no perteneces a la elite eres inferior a sus miembros; si no perteneces eres naquito.

Bajo esta premisa, si tengo más dinero que tú, o si tú estilo de vida no concuerda con el mio, o si tu color de piel no es el del grupo dominante al que yo pertenezco, o si no tienes la herramineta correcta entre las piernas, puedo sentirme superior a tí. ¡Que primitivo!

"Yo no discrimino": aseveración estándar que escupimos con la seguridad de que hasta lo dicen en la tele. Sin embargo, es una convención social que me atrevo a cuestionar: pensemos en el motivo de la actitud de superioridad y no en la actitud en sí misma. ¿Qué acaso no sientes que eres una mejor persona que un violador de niñitas? ¿o qué un político mentiroso y ratero? ¿o que un alcohólico que golpea a su familia? ¿No excluyes de tu círculo social al mochaorejas y a la mataviejitas? Discúlpenme por validar esos casos; discúlpenme por discriminar y elegir no rodearme de estos personajes.

Me puse a pensar y a leer. Seguí con las manifestaciones culturales. Recordé el aire de superioridad con el que escucho a los que me cuentan del más nuevo embarazo celebrity o los resultados del reality show en boga; misma actitud que repito cuando alguien me recomienda un libro de Coelho o la película de The Secret. ¿Quién soy yo para juzgar los gustos de los otros? Pero lo hago, y lo hago con gusto.

Hace poco tuve una conversación con el Gil sobre la democratización de los movimientos artísticos: un exponente, de manera simultánea, deja de ser interesante para los expertos y alcanza el mainstream. Las modas se van y los clásicos se quedan para regresar a ese grupo selecto que supo apreciarlos inicialmente.

¿Es malo este tipo de discriminación de la cultura chatarra y de la vil mercantilización de las más puras experiencias sensoriales? No! Me parece, por el contrario, que denota buen gusto. Les dejo la definición e importancia de esa actitud en palabras de E.M. Forster:

Creo en la aristocracia... No una aristocracia de poder, basada en el rango e influencia, sino en una aristocracia de los considerados, los sensibles y los valientes. Sus miembros se hallan en todas las naciones y clases, a lo largo de todos los tiempos y existe un entendimiento secreto entre ellos cuando se encuentran. Representan la verdadera tradición humana, la única victoria permanente de nuestra extraña raza sobre la crueldad y el caos... Siguen su marcha - un ejército invencible aunque todavía no victorioso. Los aristócratas, los seleccionados, los elegidos, la Mejor Gente - todas las palabras que los describen son falsas y todos los intentos por organizarlos fracasan...Una y otra vez la autoridad, como el Sacerdocio Egipcio o la Iglesia Cristiana, o el Servicio Civil Chino, o algún otro ardid digno de mencionarse, viendo su valía, ha tratado de capturarlos y utilizarlos. Pero se escapan a través de la red y se van: cuando la puerta se cierra ellos ya no están en el cuarto; su templo... es la santidad de la imaginación del corazón, y su reino, aunque nunca lo posean, es el mundo entero.
Un brindis por todos aquellos camaradas que reconozco secretamente como finísimos aristócratas a la Forster.

miércoles, 23 de enero de 2008

Una de los Espinoza.

En 1905 los ingenieros del Ferrocarril de Sonora terminaron la punta de fierro que permite a un maquinista desviar su locomotora hacia el sur entre el Mar de Cortes y el territorio de los Yaki. El intenso tráfico que se generó en este estratégico punto geográfico obligó a los gringos a fundar un pequeño pueblo playero al que le llamaron Empalme, o sea junction, o sea desviación de tren.

Mis abuelos tuvieron a bien mudarse ahí y, en 1943, comenzar una familia al compás de los gritos de su primogénito. Al niño le pusieron Antonio, como su papá, y fué el pitazo de salida de una maratón reproductiva que culminaría 15 años - o 7 hijos - después con el Chuy.

Empalme Springs, como le decimos los que lo conocemos, fue hogar de los niños Espinoza. primos, perros, biciletas, el Tinaco de la plaza central, la playa, incendios, Guaymas, el tren, repetir año porque es el último en la escuela del pueblo, atardeceres.... fórmense una imagen.

Años después, mi abuelo creció en importancia como ejecutivo ferroviario y la familia se mudó a Guadaljara. Aún hoy, a sus casi 93 años, el viejo vive en una casa de la colonia Chapalita que durante muchos años acogió a un número de inquilinos difícil de determinar.

Esta entrada es sobre uno de esos inquilinos; un besibolista vuelto contador, amante de las torillas de harina, la música, los mariscos y la cheve. Mi tío Rafel era el hermano mayor de mi mamá: crecieron juntos y fueron grandes amigos. Estoy seguro que el bocho cuidó de ella más veces de las que un sobrino puede contar y agradecer. Hoy hace una semana que mi tío murió y hoy me quiero acordar de él.

Vivió en La Paz, BCS con mi tía Ana - oriunda también de Empalme- y mis primas Ana Paty, Ana Luisa y Anabel. Hombre de grandes ideas, diseñó una infalible estrategia de comunicación en su casa: grita "Ana!" y alguien te atenderá enseguida. Sus días los pasaba entre su despacho, su casa y un bar muy peculiar donde se juntaban sus cuates: El Perico Marinero. Cuando entras te recibe un olor a brisa de playa y madera vieja; aún cuando está vacío puedes oir el leve rumor de las conversaciones de los comensales y los gritos de un ave que trata de imitarlos. Las mesas, que en ralidad son árboles truncados, separan la barra de Betty del pequeño escenario donde todos son bienvenidos. Tiene la atmósfera de uno de esos contados lugares donde todos se conocen, donde se vale llegar y pedir lo de siempre, donde se canta a grito pelado, se rie a carcajadas y se llora a mares rodeado de rostros familiares y miradas empáticas. Mi tío pasó los mejores años de su vida ahí.

Este gordito simpaticón hizo reir a todos los que lo conocimos. Como olvidar aquella vez que inventó, en casa de mi abuelo, que era ministro de la iglesia católica... el "padre" Rafael escuchó durante 2 semanas la confesión de la sirvienta. Clásica también su manera de comunicarle a los invitados de que era hora de irse: No crean que estamos cansados eh? Pero ahorita que se vayan ya nos vamos a dormir... O cuando pidió que le guardaramos las bolsas usadas del pan porque las usaba como condones. Nunca perdió su sentido del humor; incluso en el hospital donde murió sonrojaba a las enfermeras acusándolas de haber abusado de él cuando llegaba su esposa. Una sola vez que le hubieran visto sería suficiente para tener historias que contar.

Su funeral fue concurrido por más gente de la que me interesa enumerar y todos ellos pagaban sus respetos a mi abuelo, mi tía Ana y mis primas. Coronas y arreglos florales de todos tamaños y colores decoraban un mausoleo en el que la gente lloraba entre risas. Todos tenían algo que contar, la vez que mi tío hizo esto o el día que inventó aquello o aquella vieja anécdota a cuyo protagonista todos recordabamos con júbilo. Gracias a todos los que fueron y un aplauso a las Anas por su entereza.

Mi tío era un tipo decidido y seguro de lo que quería de la vida. No soñaba con riqueza, no quería casas enormes ni sueldos de 10 dígitos; eligió vivir tranquilo en una ciudad donde sus hijas pudieran crecer viendo al Mar de Cortés comerse al Sol cada tarde... como cuando él era niño. "Prefiero vivir 10 años menos, pero vivirlos como se me de la gana".

Te vamos a extrañar...